10 ene 2012

E pluribus pluram

Descubrí casi al mismo tiempo el blog de Vicente Luis Mora y el de Arcadi Espada. El de Mora estaba alojado en Bitacoras.com y el acceso a él era lento de narices, y Espada no recuerdo desde dónde escribía pero sí que me interesaban mucho menos sus opiniones telegráficas que las decenas e incluso cientos de comentarios que generaban, sobre todo los de un por entonces joven escritor ataviado con un nickname fantástico: Atleta Sexual. Era admirador de Thomas Bernhard y tenía una habilidad fantástica para introducir en la conversación las dosis perfectas de invectiva y diversión como para que no se le pudiera considerar un troll sino un genio absoluto de la mordacidad.

El blog de Mora era bastante más tranquilo. Los temas librescos y casi siempre gafapásticos no animaban a explayarse en vectores que tendieran a la fiesta y la diversión. Sólo de vez en cuando era el propio Vicente quien se desmarcaba del buen rollo sistemático y atacaba a algún escritor, digamos Vila-Matas (caso real en su entrada sobre Doctor Pasavento), propiciando entonces un desbarre controlado dentro de ciertos límites. Pero ahora ya no, o muy poco y de higos a brevas. Hace tiempo que la voz de Arcadi Espada fue arrollada por la de una horda de “nuevos” opinadores sociopolíticos (cualquiera lo es hoy día, basta con poner la tele por la mañana a las 09:00 y escuchar durante un rato los cuentos y bobadas que sueltan por la boca los tres de turno que ese día se sienten frente a Ana Pastor, maestra horroris causa en Paraperiodismo y Artes Visuales) y que Mora hubo de diversificar su tiempo, lo que le obligó a ir espaciando cada vez más sus ensayos teóricos creative commons sobre lo último de lo último de los vericuetos literarios. Resumiendo: al blog de Mora me acercaba a ver qué se cocía, y al de Espada para espiar qué se decía. Creo que se entiende la diferencia.

Pero para las decisiones literarias importantes, de calado e impacto para el bolsillo y, por encima de todo, el tiempo —nunca sabemos cuándo vamos a palmarla—, me guiaba por los ya mencionados ad nauseam —lo siento— Ferré y Fresán, a quienes había que seguirles la pista por múltiples sitios. Mi experiencia en bitácoras era pues escasa o nula. No sabía, porque no me interesaba saberlo, que había blogs sobre casi cualquier cosa o tema de interés humano ni que sus calidades difirieran en función de las mismas características que las de los medios impresos: conocimiento de la materia, estilo, maestría en la escritura, tipo de acercamiento, línea “editorial”, etc. No sabía, por ejemplo, que hubiera tantos blogs como hay que se dedicaran a temas literarios, ni que muchos de ellos tuvieran como objetivo principal procurar la fama de los propios bloggers como elemento favorecedor de las ventas de sus propios productos literarios o los de su camarilla ocasional, ni tampoco sabía que hubiera tanta gente que leyera todos esos blogs —por lo que aquellas estrategias publicitarias no iban tan descaminadas en cuanto a la inferencia de que había un público objetivo relevante a quien irle creando cierta adicción a los tipos de escritura, estilos, temáticas y acercamientos de los bloggers que las eligieron—, ni que de hecho existiera todo un corpus de estrategias, técnicas y acciones para conseguir que un blog fuera conocido en la blogosfera y así pudiera ir atrayendo a un número cada vez mayor de seguidores lectores adictos y fieles que, quizá, también tuvieran un blog o estuvieran pensando en abrir uno para escribir sobre temas literarios y/o iniciar otra miniestrategia publicitaria destinada a promocionar ulteriores productos literarios propios o de su camarilla, todo ello en una cadena o mejor una pirámide cada vez más ancha y hundida en la arena que parece que nunca acabará en punta. Ahora ya lo sé y creo que este momento es tan bueno como cualquier otro para hablar de ello.

Por qué un blog

La blogosfera literaria puede ser calificada, sin riesgo de caer en la exageración, como la América de las letras en el sentido de que, si hubo/hay un Sueño Americano basado en la posibilidad de llegar a lo más alto comenzando desde lo más bajo, hay casos de bloggers que a base de estrategia, trabajo y paciencia han conseguido salir del sistema de entradas gratuitas y comentarios impertinentes y crearse el rol con el que siempre soñaron: escribir libros y ser conocidos por ello; dejémoslo ahí. No es que sobren los ejemplos, pero a bote pronto cabe mencionar al propio Vicente Luis Mora, a Antonio J. Rodríguez y a Javier Avilés, tres escritores que sinceramente creo que no abrieron sus blogs con el ánimo de vender algún producto personal pero que han acabado con sus respectivas mercancías en el mercado. Sin Diario de Lecturas, Ibrahím Berlin o El lamento de Portnoy dudo mucho que ninguno de ellos hubiera conseguido colocar sus obras en tan buenos puestos de salida —aun cuando es indudable que no les ha bastado con elevar oraciones en forma de posts y que, en al menos dos de esos tres casos, ha habido una importante labor extrablogger para encauzar sus carreras literarias (y sin olvidar la calidad de sus productos u obras, largamente discutida, por supuesto, aunque de esto se habla más adelante, sin la cual ninguno de esos productos hubiera podido llegar a un mercado que evalúa tanto la comercialidad de la marca creada como el producto en sí, separado de su autor)—. Por lo tanto América y su Sueño son posibles y podrían comenzar en un invento llamado Blog que no es más, en teoría, que un diario abierto al público y a la crítica popular.

Sin embargo no está del todo claro que todo aquel que abre un blog dedicado a temas literarios lo haga como parte, fundamental o no, de una estrategia cuyo fin último sea colocar sus mercancías propias en el mercado. Una cosa es la inquietud literaria —al fin y al cabo la “profesión” de escritor es la que admite mayores cuotas de “intrusismo” de todo el espectro artístico, y a estas alturas resulta ridículo rasgarse las vestiduras por ello— y otra muy distinta es disponer objetivamente de los elementos necesarios para convertirse en escritor —más bueno o más malo, con mayor o menor fortuna, etcétera—. Muchos de los bloggers pasados, actuales y futuros saben en su fuero interno que nunca serán escritores en tanto que autores de obras publicadas según el método tradicional (el único válido por ahora —algo que también reconocen ellos— mientras no se inventen fórmulas distintas que no tienen por qué ser mejores ni peores, excluyendo, por supuesto, los timazos de las editoriales que se dedican a facilitar la autopublicación). Por lo que hay que suponer que esos bloggers sin potencia, medios, energías y aptitudes para colocarse a sí mismos en el panorama literario abren el blog por otros motivos. Quizá sea para mitigar su soledad —también vale decir “para divertirse”, que es lo mismo—. Quizá para liberar frustraciones —que no tienen por qué surgir del ámbito literario—. Y/o puede que simplemente anhelen… ser famosos “en algo”, que la fama sea el objetivo final y no el medio para conseguir un propósito ulterior. Recordemos las meditaciones al respecto de Skip Atwater, el protagonista del relato de Wallace El canal del sufrimiento:

“La interacción paradójica entre el público y la celebridad. La conciencia reprimida de que la razón misma de que a la gente normal le resultara fascinante la celebridad era que ellos no eran famosos … El conflicto entre la centralidad subjetiva de nuestras vidas versus nuestra conciencia de su insignificancia objetiva … Los famosos … estaban funcionando como algo más parecido a símbolos de sí mismos”, (Wallace, Extinción, p. 350).

Puede que se acepte con resignación que, en la degeneración espectacular de la sociedad a que asistimos desde hace años, legiones de indocumentados se hagan famosos y ricos por asuntos no relacionados para nada con el mérito personal sino más bien con la pertenencia a clanes que posibilitan esa fama (hereditaria) o mediante la conversión en satélites de un tercero famoso, esta vez sí, por méritos propios —y también hereditarios, y sin excluir a los satélites de los satélites en una progresión cuyo final aún está por ver—: Belén Esteban podría ser el icono de fama inmerecida que ilustre este último ejemplo. Pero en los ambientes intelectuales tiende a obviarse este tipo de fenómenos, al menos de manera directa, lo que no quiere decir que no se establezcan ciertos paralelismos subconscientes entre aquellos ejemplos y los casos de éxito constatables en la América de las Letras que es la blogosfera, y aparezca, casi como respuesta condicionada, la pregunta de por qué yo no si ese otro lo ha logrado (ser famoso). Así, aunque el fin esté pervertido de antemano y no haya intención comercial alguna, resulta razonable sospechar la sola existencia de deseos de fama en muchos blogs literarios como su único objetivo o razón de ser.

E pluribus pluram

Pero, independientemente de cuál sea el objetivo, ¿cómo se logra esa fama? Caben varias estrategias para crear la mencionada adicción en la audiencia, estrategias que, cómo no, han ido variando con el tiempo. En todo caso lo que parece estar claro es que si va a haber producto (futuro), éste debe estar en consonancia con la, digamos, “línea editorial” del blog. Por poner un par de ejemplos asépticos: los artículos que Michel Houellebecq publica en varias revistas muestran el pensamiento de un sujeto perfectamente reconocible en sus obras literarias, de igual manera que los que publicaba David Foster Wallace no se desvían ni un ápice de la forma, estilo y temáticas del escritor que firmaba novelas y relatos bajo el nombre de David Foster Wallace. No hay pose reconocible porque las actitudes se mantienen en el tiempo, no hay seudónimos ni ningún otro tipo de ocultamiento, el puñado de temas manejados casi no cambia con el paso de las décadas, el estilo varía poco o en todo caso se refina y mejora o se hace más afilado: son ellos mismos siempre, de ahí que su “audiencia” fiel no vea defraudadas sus expectativas con cada nuevo trabajo suyo que sale a la luz. Si alguno de ellos tuviera o hubiera tenido un blog —es decir, si hubiera comenzado su carrera escribiendo en la blogosfera— habría sido el blog de un tal Wallace o un tal Houllebecq, quien luego habría publicado posts largos en formato libro.

La mala noticia es que si el producto va a ser serio o lo va a pretender, la línea editorial del blog también deberá serlo. A escala microscópica en comparación con la de las audiencias televisivas, podemos observar comportamientos similares a los de la programación televisiva en los resultados de audiencia de blogs “serios” frente a los de blogs “desenfadados”:

“Por alguna razón, la televisión de calidad no soporta la mirada de los millones”, (Wallace, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, p. 56).

Por lo que el blogger debutante que tenga como objetivo labrarse una reputación —seria— y no apuntalar una pose deberá armarse de paciencia y no sucumbir a los cantos de sirena del desenfado “popularmente” entendido. Lo que no quiere decir que el humor deba estar ausente de la “programación”, sólo que ese humor, si aparece, estará cuidadosamente dirigido hacia una nada no subjetivable. Y la ironía, inevitable en nuestra era, mejor sepultarla bajo capas de metáforas superpuestas. Al fin y al cabo estamos hablando de medios literarios y, en última instancia, de literatura, y no de seriales humorísticos o de programas de cotilleo o de debates televisivos facilones para un público facilón y aburrido necesitado de la visión de sangre ajena para calentar la propia o poner a trabajar sus neuronas en “algo”. Y si constatamos que ese público existe será porque se muestra asiduo de blogs que ya han utilizado con éxito la fórmula de la diversión/ironía/asco como estrategia para incrementar sus audiencias, por lo que re-crear la receta sólo será garantía de que traten al nuevo blog como émulo de los anteriores, lo que no sería un problema si el producto (futuro) fuera a estar en esa misma línea de asco/ironía/cachondeo, o si lo único que se busca es la fama per se. Entonces sí. Pero si no, no. Nadie dijo que las cosas fueran fáciles.

Blogs “serios”, cada uno en su línea casi inalterada con el paso del tiempo, son, por ejemplo, los tres mencionados más arriba, y el de Ferré. Hay más, pero con menor calidad objetiva o con una mescolanza temática que se aleja de la cuasi puridad literaria de los mencionados. Conseguir audiencia real, no seguidores caprichosos y/o esporádicos, con blogs así es —siempre lo fue— una proeza. Porque al margen de que de vez en cuando se permitan alguna fiesta, o introduzcan diversión —no todos— en medio de sus textos, la práctica totalidad de su producción es mortalmente seria, dedicada y monotemática, casi exclusivamente enfocada a clones entusiastas de los mismos temas que sus autores. Hacerse una carrera con estos mimbres es francamente difícil y exasperante por el grado de exigencia a que se acostumbra al lector y por las toneladas de tiempo que consume. Mucho más fácil es optar por la vía del “desenfado”.

Y la vía del “desenfado” en el ámbito literario ha estado muy marcada en la época posmoderna (la audiovisual) por la aplicación de patrones dialécticos basados en una ironía desencajada y continua, que en sus ejemplos más extremos ha derivado hacia el asco e incluso el odio directo y palpable (las hostias). Los redactores de La Fiera Literaria basaron su línea editorial en el ataque a quienes según ellos demediaban la literatura española del momento, Javier Marías y Antonio Muñoz Molina, por ejemplo, y lo cierto es que accedieron a una cuota de fama que sin embargo no obtuvieron por razón de méritos literarios propios (validados por algún tipo de reconocimiento al menos igual de amplio que el de sus “críticas”). Desde el punto de vista del impacto mediático, fueron pioneros en la crítica histérica y divertida de obras literarias, diferenciándose de las habituales “malas críticas” que utilizan un tono neutro o, como mucho, teñido de un poco de enfado e incluso, a veces, de cierto paternalismo.

Pero eso fue antes, mucho antes si lo consideramos en términos de acceso al mundo de la opinión escrita, liberalizada en medios digitales desde no hace demasiados años. Ahora un simple blog brinda la posibilidad de carreras fulgurantes mediante el uso de estrategias odio/asco que, si además el blogger es cuidadoso y no revela sus verdaderos propósitos (publicar, saltar a la crítica en papel, ser solamente famoso), le otorgan una pátina de honestidad que atraerá a más audiencia que la simplemente morbosa. Porque el asco vende más que el placer y la sangre más que el elogio y la mayoría de la gente tiene problemas con lo obvio —es decir, con la honestidad que no es tal—. Un caso paradigmático que podría convertirse en “de manual” si se escribieran manuales sobre esto es el del escritor Alberto Olmos. Quedó muy joven finalista del Premio Herralde y después publicó un conjunto de novelas en Lengua de Trapo. Al parecer no tuvo demasiado éxito comercial y su repercusión fue escasa. Pero paralelamente (desconozco la fecha de inicio) abrió un blog bajo el célebre seudónimo “lector mal-herido” en el que ha estado publicando reseñas cargadas de “ironía” y alusiones sexuales, elogiando lo que le gusta y despreciando lo que no. Sea como sea, lo cierto es que Olmos supo “hacérselo” y consiguió ser incluido en la lista de mejores narradores jóvenes de Granta y de ahí saltar a una editorial más grande e importante y publicar nueva novela que dicen que se está vendiendo o se ha vendido bien. Nunca he leído ningún libro de Alberto Olmos, sólo algunos posts del mal-herido antiguo y unos pocos de su otro blog sin seudónimo, pero resulta palpable que la estrategia le ha funcionado y ha encontrado su público. Consecuencia de lo cual le han surgido imitadores y pseudoimitadores, o al menos hay que reconocer que ahora hay gente que utiliza las mismas bazas o parte de ellas en sus “estrategias” blogger.

Porque parece fácil, pero tampoco lo es. El asco y/o el hartazgo necesitan estar apoyados o por un background de conocimientos o por unas convicciones y una manera de pensar inamovibles, algo que hay que reconocer que demostraba mal-herido aunque fundamentalmente eludiendo la parafernalia crítica a que se someten quienes eligen estrategias “serias” y sustituyéndola por material social, más comprensible, ameno y susceptible de histrionismo.

Hay una tercera opción aparte de la seriedad clásica o la ironía divertida: la vía de lo personal. Esta tiene además la ventaja de que el medio de exposición natural, la bitácora, fue creada para más o menos eso: contar tu vida y/u ofrecer opiniones personales. Nuevamente parece fácil. De hecho parece que es la más fácil de todas y además tiene la virtud de que el blogger no necesita martirizar a nadie para hacerse famoso o gastar horas delante de la pantalla del ordenador ideando teorías ingeniosas o críticas brillantes. Pero es mejor ir avisando de que no lo es, pues también requiere esfuerzo. De este tipo de blogs destacaría por su velocidad de arraigo, y su calidad, el de Diego Morales, alias Volianihil. Sí, hay más, pero… lo de antes. Volianihil todavía no ha dado muestras de éxito palpables como los ejemplos anteriores, pero ya ha creado una editorial y, habida cuenta de su paciencia y la ausencia de muestras de flaqueza, todo indica que en el futuro “dará guerra”.

Del catálogo de opciones “estratégicas” descarto las mixtificaciones y las bitácoras de contenido o línea editorial errática. Sencillamente no son fórmulas adecuadas —principalmente porque no acaban de mostrar esa “voz propia” necesaria— para atrapar a una audiencia considerable y reincidente sea cual sea el objetivo que persigan sus autores: divertirse, paliar la soledad, mitigar el aburrimiento, promocionar sus productos y/o los de sus amigos, hacerse famoso, etcétera.

Autobombo

Queda por tratar el asunto de las pasiones que levanta la práctica de la autopromoción por parte de los bloggers con metapretensiones. El rechazo que parece provocar el hecho de que un tipo que ha estado durante meses e incluso años ofreciendo entretenimiento gratuito libre de interferencias publicitarias inserte “cuñas” en favor de sus productos o de terceros sospechosos de amistad con el ahora sospechoso de intentar metérsela doblada a sus seguidores fieles. Que intente venderles una moto, en definitiva. Rechazo que ha llevado a algunos al extremo de declarar que no se es amigo del autor cuya obra es objeto de reseña o crítica, como dicen que Pedro renegó no una sino tres veces del personaje más célebre y vendido de todos los tiempos, más o menos. Algo bastante antiguo, la verdad. Sin remontarnos a textos bíblicos, es fácil encontrar ejemplos “canónicos” de acusaciones sobre prácticas kamasútricas. Por ejemplo, Ford Madox Ford (antes Hueffer) escribió:

“Los ensayos de que se compone este libro fueron publicados originalmente en la English Review. Se ha objetado en varias publicaciones respetables que estas páginas hacen sonar los cambios demasiado continuamente sobre un cierto conjunto de nombres, y el valor de esta objeción es en sí misma muy respetable”, (Ford M. Ford, The Critical Attitude [Duckworth & Co., Londres, 1911], p.3).

Cámbiese English Review —publicación fundada por el propio Ford en la que, como es natural, hacía lo que le daba la gana— por Quimera y se habrá trasladado el pensamiento un siglo hacia adelante. (La “promoción” de que se acusaba a la English Review se dirigió principalmente a la literatura de mindundis hoy olvidados como Thomas Hardy, Henry James, Joseph Conrad, John Galsworthy, H. G. Wells, Ezra Pound, DH Lawrence, Wyndham Lewis, etc., quienes, como todo el mundo sabe, eran unos inútiles fabricando historias y poemas, de ahí que sus execrables obras no pasaran a la Historia.) La objeción, la sospecha, es respetable, y debe hacerse, pero no puede presidir continuamente el pensamiento del lector de blogs, ya sean éstos unipersonales o comunitarios. (Pero la English Review era un desastre financiero, lo que obligó a Ford a vendérsela a Austin Harrison, quien supo mantener el nivel de basura literaria predominante en sus páginas con la publicación de textos paridos por escritores tan mediocres como Sherwood Anderson, Anton Chéjov, Herman Hesse, Aldous Huxley, Katherine Mansfield, Bertrand Russell, Georges Bernard Shaw, Ivan Turgenev o William Butler Yeats.) Porque entonces dejaría de tener sentido la lectura de blogs e incluso de revistas y no digamos ya la de suplementos. La premisa debe ser que honestidad total no existe, quizá a lo más que se puede llegar es a la inclusión de sencillos elogios entre textos copiados directamente de la obra elogiada, para que sea ésta la que hable por sí misma, en última instancia (esto es lo que hacía Jack Green). ¿O es que no se le pasa a nadie por la cabeza que un blogger microfigura del panorama literario suburbial como ese tal Bolmangani, cuando escribió esa reseña tan asquerosa y sospechosamente elogiosa sobre, por ejemplo, El rey pálido (que ni llegó a leer, seguramente), de David Foster Wallace, escritor que no fue capaz de hilar ni una sola frase a derechas, no lo hiciera en realidad debido a la amistad que le une con Karen Green, viuda del auteur, y con Bonnie Nadell, su agente (de Wallace)? (Y lo más curioso de todo es que Harrison consiguió levantar la revista, desde el exclusivo punto de vista financiero, introduciendo la irreverencia sexual de la mano de la ¿literatura? de Frank Harris, estrategia que le dio lectores suficientes incluso para comprar otras publicaciones; así que Olmos, con las fotos de tetas y culos y el folleteo inserto en sus reseñas, no hizo sino actualizar lo que casi cien años antes había funcionado bastante bien.)

Quizá por eso, respecto de los asuntos de la calidad literaria y la promoción artística, lo mejor sea “cogérsela con papel de fumar” y dejar la puerta abierta a que acaso uno “esté equivocado”, y no empeñarse en señalar defectos sino bondades, incluso de quienes son sus amigos, y decirlo (tampoco he leído nada de Antonio J. Rodríguez, la novela de Javier Avilés la tengo pendiente de lectura y de Vicente Luis Mora lo he leído todo menos lo que acaba de salir y ya dije hace un año que lo mejor que ha escrito fue un volumen de relatos disponible en bibliotecas pero no en librerías).

Nueve consejos (à la Salinger)

Con todo, se elijan una o varias de las estrategias bloggers descritas, el sujeto deberá tener en cuenta las siguientes reglas a fin de procurarse un cierto número de lecturas de sus textos (autopromocionales o no):

1. Escribir bien. Detalle que suele olvidarse, a veces casi por completo. Y me refiero tanto a los asuntos ortográficos, gramaticales y sintácticos (este texto que ahora termina puede constituir un ejemplo magnífico de lo que no hay que hacer, al menos en lo que respecta a la sintaxis) como a las ideas y su estructuración (ídem).

2. Escribir cosas interesantes. Que interesen a “la gente”. Hoy día, a nadie le interesa, por ejemplo, la historia de la English Review, ni que se hable de autores extranjeros, mucho menos si éstos han fallecido y no se les puede insultar sin convocar sus espíritus malignos, ni envidiar sus logros o su estrella ni intentar menoscabar su futuro profesional.

3. Escribir rápido. Este post de 4.377 palabras ha sido redactado en poco más de 15 minutos gracias a que fui el último alumno de la Academia de Mecanografía Virgen de la Esperanza con un scoring de 400 palabras por minuto, paréntesis incluidos. Ya no hay establecimientos donde le enseñen a uno a “escribir a máquina”, por lo que probablemente los bloggers del futuro comiencen con un average de 4 o 5 palabras cada cuarto de hora, ya que escribirán con uno o dos dedos de uñas comidas y ni siquiera sabrán ubicar bien las posiciones caprichosas de las letras en un teclado qwerty convencional. El consejo es que insistan y practiquen o que, en su defecto, escriban los posts en papel y luego los escaneen y los coloquen como imagen jpg de alta resolución.

4. Introducir términos clave en los textos. La razón de ser de los centros comerciales, del aglutinamiento en un único espacio de diversas clases de mercancías de naturaleza dispar, no es en absoluto promover la comodidad del cliente a la hora de hacer la compra sino, en realidad, provocar adquisiciones por despiste. No deben obviarse, pues, las visitas de lectores con objetivos totalmente distintos a los perseguidos por el blog. Nunca se sabe si el despistado que llega a través de búsquedas esotéricas en Google, una vez en nuestro blog, se quedará prendado de él y se hará lector fiel e incondicional del mismo, para siempre. Un ejemplo de “cuña” atractiva para el navegante despistado sería, por ejemplo:

Descargar método Dukan

Esta sencilla frase dará más visitas que todo el resto del contenido, y quién sabe, a lo mejor uno… o dos…

5. Ser breve. Los textos largos NO “atrapan” al lector, esto es un hecho incontestable. Para ser leído hay que ir al grano y condensar (ídem al penúltimo paréntesis).

6. Explayarse. Pero también es un hecho igual de incontestable que Google indexa el contenido de posts largos antes que el de posts cortos, por lo que la posibilidad de que, en unos días, la frase

Descargar método Dukan

inserta en este texto escale hasta los primeros puestos en los resultados de búsqueda en Google es más elevada si el texto tiene 4.377 palabras que, pongamos por caso, 615.

7. Hacerse ubicuo. Seguidor de otros blogs, comentarista entusiasta, agregador de amigos en Facebook, seguidor en Twitter, en Google+, etcétera.

8. Leer mucho. Como método indirecto para lograr (1) y (2), pero también para tener algo que decir en lugar de decantarse por posts con temas vagamente definidos, generalistas y tediosos. Además, así se nota menos el autobombo, en su caso.

9. Este prefiero dejarlo en blanco. (Y tampoco se me ocurre nada más que sea “interesante”.)

5 comentarios:

La sargento Margaret dijo...

Amén.
La sargento Margaret

Anónimo dijo...

No hay que olvidar que Mora publica en la misma editorial que Vila Matas. Diosloscría

Anónimo dijo...

y no hay que olvidar que Mora es un pobre diablo.

Martes dijo...

Nada, Bolmangani. Arcadi Espada, el Mora, aquel Atleta Sexual que se las daba de sabio... Nada, ese es tu mundo, Bolmangani. Comparada con el de Proust, hijo, sales bastante perdiendo.

José Luis Amores dijo...

Señor Vila-Matas, admito mis defectos y limitaciones, y me temo que algunos son ya incorregibles.

Por otro lado, y aunque tenga poco que ver con el asunto, sepa que siempre he apreciado su trabajo.

Un saludo.

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